Cada día que pasa, el año 2020 se parece más a 1968. La policía está en las calles de varias ciudades, decenas de miles de manifestantes marchan contra la violencia policial, hay gritos de auxilio, incendios que se riegan por calles, casas, edificios, mercados, hoteles, tiendas de abarrotes, camiones y automóviles. La protesta lo inunda todo. El país más poderoso del mundo está en llamas. Es una protesta con marchas, sí, pero también se rompen vidrios, se insulta a la policía, se prende fuego a comercios y la policía responde con macanas, jalones de camisas y cabellos, arrestos al por mayor y hasta muertes. La respuesta, lejos de tranquilizar a los manifestantes, provoca nuevos motivos de protesta.
Por si eso fuera poco, el presidente de Estados Unidos parece empeñado en avivar las llamas con sus declaraciones. Les dice a los gobernadores que son unos timoratos si no reprimen con el uso de la fuerza a los manifestantes.
No hay, hasta ahora, una voz que reúna las protestas. Tampoco se conocen sus demandas. Es una revuelta difusa, envuelta en bombas molotov, flamas que se esparcen en cualquier punto, disparos de salva y de verdad, y una angustia que va subiendo de tono. Como los primeros días de mayo de París, en el lejano año de 1968.