El coronavirus ha sido la marca indeleble del año de 2020. Se inició como un brote de gran potencia en la ciudad de Wuhan, al noreste de China, y rápidamente alcanzó las fronteras de Europa. Italia y España se pusieron en cuarentena tardíamente, y las pérdidas de salud y de vidas llegaron a todas sus ciudades. Poco a poco, Alemania y el Reino Unido se fueron añadiendo a los mapas de la pandemia. Los países que no figuraban en el mapa, se fueron integrando al paso de los meses. En Estados Unidos, los contagios y las muertes se multiplicaron de manera alarmante, y su virulencia puso al país a la cabeza del mundo en materia epidemiológica.
Si bien se trata de una enfermedad muy grave, que puede llevar a la muerte a los pacientes -sobre todo a los adultos mayores-, hay un ingrediente igualmente grave que no ha sido estudiado suficientemente por los analistas del tema. Se trata del temor a los otros.
El temor a los otros ha sido una constante en la historia de la humanidad, y nació como un sello de protección de las primeras tribus, los clanes, los pueblos y las ciudades. Del temor a los otros nació el rechazo a los otros, y ese sentimiento fue el origen del racismo, la xenofobia, la esclavitud y las guerras. Blancos contra negros, movimientos de conquista, sujeción de los bárbaros, exterminio de todos los demás. El apego al grupo o la nación de pertenencia fue el resorte de casi todos los enfrentamientos. Desde las guerras de conquista de las colonias hasta las guerras mundiales por la supremacía política y militar.
Ahora el temor a los otros ha revivido como una medida de protección de la salud. Se le llama la sana distancia, el uso del cubrebocas, el hábito de extremar los recursos de higiene personal. Son medidas aceptadas por todos, pero que en fondo pueden provocar los sentimientos primitivos. La falta de besos, abrazos y saludos de manos, la distancia física entre las personas puede revivir el temor a los otros, el aislamiento tolerado entre los individuos y finalmente el rechazo a los demás.
Las pulsiones ancestrales siempre acechan en los tiempos de crisis.