En una de las novelas más memorables de Samuel Beckett, llamada Esperando a Godot, los personajes se pasan la vida esperando a un personaje que no existe. Su destino es simplemente la espera. ¿Y qué esperan? Nada, simplemente a un personaje que les cambiará la vida. La escena pone de manifiesto la oquedad de una vida sin sentido, Los personajes no se mueven, no tienen interés en nada, no saben cómo llegaron a esa situación y no los motiva nada para salir de ella.
La vida actual, en lo que parece la recta final para salir de la pandemia, tiene una trágica similitud con la obra de Beckett. En lo que se presume ser el final de la pandemia, ya no queda mucho por hacer. Los contagios y las muertes se han extendido por el mundo, sin que nadie pueda poner un freno a su expansión. Las personas se han acostumbrado al encierro y el aislamiento, las relaciones sociales viven una especie de congelamiento, y los contactos humanos se consideran una zona de peligro.
Al igual que en la obra de Beckett, todo mundo está a la espera. Aparecen vacunas, pero ya nadie cree en ellas. La apertura económica y social es vista con temor y suspicacia. En las ventanas de las casas y los departamentos, los vecinos apenas asoman las cabezas.
Todos están esperando a Godot.
(Imagen de la puesta en escena en Argentina, 1956)