Parece el mundo al revés. Hace algunos años, nadie se hubiera imaginado que la Guardia Nacional de México se movilizara para defender los intereses de Estados Unidos, y que el presidente de México la respaldara. Pero así es la guerra por el agua. Así es la historia, y así es la geografía.
Toda la vida las tierras de México y Estados Unidos han compartido las aguas de los ríos Bravo y Colorado, y según los agricultores mexicanos el país vecino ha salido favorecido con la entrega del agua. Se trata, dicen, de un reparto que no es equitativo. Las aguas nacen en México y se van a Texas.
Este año el conflicto por el agua se ha agravado por la sequía y el cambio climático, y un grupo de agricultores tomó la presa La Boquilla, cerca de la ciudad de Camargo. Otro grupo quemó edificios gubernamentales y otro más detuvo el paso de un ferrocarril que transportaba productos industriales. En la refriega falleció Jessica Silva, una de las manifestantes, y hasta la fecha no se ha esclarecido lo que ocurrió. Hay 17 elementos de la Guardia Nacional que fueron detenidos y son investigados, y las autoridades han dicho que llegarán a las últimas consecuencias.
Los familiares de la víctima siguen llorando su ausencia, y los políticos de todos los partidos se frotan las manos para utilizar la estridencia del caso en las próximas elecciones.