En la elección presidencial más candente y disputada de la historia de Estados Unidos, los récords se vinieron abajo. Votaron 160 millones de ciudadanos. Una participación nunca antes vista. Los electores se volcaron a las urnas. La nación empezó a palpitar con un nuevo pulso. Los ciudadanos se dieron cuenta, como nunca, que formaban parte de una nación en marcha. Que su voto contaba. Y que si no votaban, su voluntad sería cercenada.

En las últimas horas se conformó un nuevo país. Un país dividido como nunca desde la guerra civil del siglo XIX, pero un país que enaltece con sus votos el valor de la democracia. Los votos cuentan. Y definen el rumbo de la nación.

La votación fue tumultuosa, pero hasta ahora no ha brotado la violencia. Muchas marchas, jaloneos aislados, pero ningún caudal de golpes que salga de control. Hasta la policía se ha contenido.

Faltan de contar muchos votos. Los estados clave son Nevada, Arizona, Pennsylvania, Carolina del Norte y Georgia.

Para el presidente ganador, la tarea de reunificar a la nación va a requerir talento, perseverancia, paciencia e imaginación.

Aunque algunos perdedores digan lo contrario, el país salió ganando.