El coronavirus tomó desprevenidos a todos los médicos y enfermeras del mundo. Y a los políticos. En Brasil, cuando empezó a discutirse la llegada y el uso de la vacuna, se descubrió que no había jeringas para vacunar a una población de 210 millones de habitantes. Entonces, las diferencias políticas salieron a la superficie en el peor momento. El presidente Jair Bolsonaro rechazó la compra de más de 40 millones de vacunas, que era una propuesta de su propio Ministerio de Salud.
Por si fuera poco, la agencia responsable del control sanitario de Brasil, declaró que aún no ha aprobado ninguna vacuna contra el COVID-19 para su uso generalizado. El presidente de la Cámara de Diputados de Brasil advirtió que el Congreso tomaría las riendas del asunto si el poder ejecutivo continuaba con su torpe estrategia.
“No podemos esperar hasta marzo para comenzar a usar una vacuna que puede empezar a administrarse en enero”, dijo durante una entrevista. “Esperar, de acuerdo con el consenso en São Paulo y otros estados, representa un gran riesgo para la población, pues afecta las tasas de letalidad y el sistema de salud pública”.
Siempre sucede en casos así. los políticos juegan al ajedrez con la salud de la población.