En esta pandemia, la educación a distancia ha mostrado su utilidad y alcance. Los alumnos que no pueden asistir a la escuela para evitar los contagios pueden tomar los cursos desde la comodidad de sus casas, con clases impartidas por los profesores a través de la televisión.
Sin embargo, la educación a distancia está muy lejos de superar a la presencial. No es lo mismo tomar cursos televisivos que estar en un salón de clases, donde los alumnos pueden observar en persona la explicación del maestro, levantar la mano para formular sus preguntas, tener una atención personalizada.
El nivel académico no puede ser el mismo. El impacto en el aprendizaje está empezando a notarse: un estudio reciente de los puntajes de evaluación de los estudiantes reveló que, este otoño, los estudiantes de las escuelas públicas de Washington, en promedio, llevaban un retraso de cuatro meses en Matemáticas, en comparación con un año típico, y un mes de retraso en comprensión lectora.
Algunos maestros, con el apostolado de siempre, acuden a las casas de los estudiantes que más han faltado para ver lo que pasa, y todos se esfuerzan por remediar un periodo en el que los salones de clase se encuentran vacíos.