En Minneapolis, la tierra donde el movimiento Black Lives Matter nació como consecuencia de la muerte de George Floyd a manos de un policía blanco -que le detuvo la cabeza con el pie contra el pavimento-, surgió un movimiento que busca replantear los fundamentos de la policía de Estados Unidos.
Ya no se trataría, como en el pasado, de equipar a la policía con todos los instrumentos para reprimir a los movimientos de protesta social -macanas, gases lacrimógenos, escudos, armas de fuego-, sino de prepararla académica y sicológicamente para contener los problemas más apremiantes que enfrenta la sociedad en términos de violencia.
Lo que se busca es una policía mucho más vinculada a las comunidades, conocedora de las causas y consecuencias del uso de drogas, la salud mental de los habitantes, las terapias de grupo y las ventajas que trae el deporte.
Sería un poco de aire fresco para una sociedad en la que existen 18,000 departamentos de policía armados como si estuvieran en guerra, y donde la capacidad de armarse de los ciudadanos se considera como una parte fundamental de los derechos humanos.