Por 600 mil pesos al mes, el subdirector de la policía de Iguala obedecía las órdenes de los narcos. Era su sueldo en la organización Guerreros Unidos. Con ese dinero secuestraba gente, se hacía el desaparecido cuando pasaban droga en sus narices, mandaba matar, entregaba a las víctimas a la voluntad de los asesinos. Seguramente, como parte de su trabajo, ayudó a cavar las fosas para cadáveres en la montaña. Y tal vez repartía el botín con algunos policías.
Su nombre es Francisco Salgado Valladares, y junto con el presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca, se encuentra prófugo.
Lamentablemente, no son casos extraordinarios. Aunque el gobernador de Guerrero alega que lo que sucedía en Iguala era un fenómeno aislado en la entidad, nadie le cree. En Michoacán, otro estado donde el narcotráfico penetró a las estructuras estatales y municipales por ósmosis, han sido aprehendidos jefes de mandos policíacos, presidentes municipales, ediles, un gobernador interino y el hijo de un gobernador en funciones. Hay cerca de 350 policías estatales y municipales detenidos por secuestro, extorsión y espionaje. En Guerrero la búsqueda apenas empieza. Van 22 policías detenidos en Iguala y 14 en Cocula.
Y este fenómeno no se encuentra lejos, como el ébola. Hace horas, en el municipio de Ecatepec, en la zona colindante con la capital, fueron detenidos dos policías municipales que secuestraban y les «sembraban» armas a los ciudadanos.
Urge una limpia general en todas las policías municipales. Todas. O tal vez, su desaparición.