En un mundo desigual, donde los países más ricos imponen sus condiciones a los demás, es lógico que ocurra algo así. Los países prósperos aseguraron sus vacunas, pero han vaciado los estantes para el resto. Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá y otros países hicieron pedidos de vacunas que superan con creces el número de sus poblaciones, mientras muchas naciones pobres luchan por asegurarse las dosis que necesitan.
Si recibiera todas las dosis que ha pedido, la Unión Europea podría vacunar dos veces a sus residentes; el Reino Unido y Estados Unidos podrían hacerlo cuatro veces, y Canadá seis veces, según un análisis de datos que realizó The New York Times sobre los contratos para la adquisición de las vacunas. Estados Unidos ha apoyado la investigación, el desarrollo y la fabricación de cinco de las vacunas más prometedoras en contra del coronavirus con miles de millones de dólares, para que avancen a gran velocidad y una mayor escala. Sin embargo, ese impulso tenía una condición: los estadounidenses tendrían un acceso prioritario a las dosis fabricadas en su país.
Eso demuestra que todo apoyo, por humanitario que sea, tiene su precio.