En la lista de los enemigos de Donald Trump, China ocupa un lugar preponderante. En la guerra de los imperios, Trump decidió desde hace tiempo acercarse amistosamente con el Kremlin y distanciarse en todos los sentidos de China.
Tel vez Trump está viendo que China es el verdadero rival de la Casa Blanca. O tal vez su decisión es simplemente para distinguirse del gobierno de Obama, que estrechó relaciones con China en diversos frentes.
Desde los días de su campaña, Trump vio a China como un competidor desleal que se lleva las inversiones norteamericanas a su territorio, y ahora tratará de revertir esa tendencia «para crear las fuentes de empleo que se fueron a China».
Sin embargo, parece que el nuevo inquilino que tendrá la Casa Blanca quiere mezclar la economía con la política, y por ello ha empezado a estrechar lazos con Taiwán, lo que se llama «China nacionalista». Trump utiliza a esta pequeña isla como un chantaje político contra China comunista, con el fin de obtener ventajas económicas.
El gobierno de Pekín ha respondido diciendo que «Trump tiene la ignorancia de un niño al tratar las relaciones internacionales».
Las declaraciones de ambas partes no son un buen augurio para ambas naciones.
Ni para el mundo.