Para la revista TIME, el triunfo de Andrés Manuel López Obrador es la victoria de los pueblos de México. Como un hombre que lleva lo que va del siglo recorriendo los caminos polvosos y los pueblos olvidados del país, ha prometido acabar con la marginación y la indiferencia de los políticos hacia los pueblos, que siguen siendo el corazón del país. No importa que la mayoría de la población viva ahora en las ciudades. En los pueblos están las mujeres que fueron dejadas por sus maridos -que emigraron hacia Estados Unidos-, la agricultura abandonada por el gobierno, las tradiciones intactas del país. López Obrador ha prometido construir caminos, reparar las escuelas y los hospitales, pagar pensiones y dar subsidios.
«Sueño con un país sin emigraciones -dijo en Jerez, Zacatecas-, donde los mexicanos puedan trabajar en paz y felizmente en la tierra donde nacieron. Y si quieren vivir que sea por decisión propia, y no forzados por la necesidad.»
Pero detrás de sus palabras hay una realidad que favoreció su voto. El país ha vivido una de las etapas más violentas de su historia, con tasas de homicidios a niveles nunca antes vistos desde la Revolución Mexicana. Su economía está estancada, más de la mitad de la población vive bajo los niveles de pobreza, y la clase política ha protagonizado una serie vergonzosa de escándalos de corrupción.
López Obrador ha prometido un país limpio, gobernando para los olvidados de México. Y ha dicho que si en dos años no cumple sus promesas, el pueblo podrá quitarlo de la presidencia. Ha puesto el listón muy elevado, realmente.