Ser joven es estar en búsqueda permanente de la propia identidad. Los jóvenes necesitan un símbolo de afinidad, algo o alguien con el cual identificarse, un cantante de moda, un equipo de futbol, un boxeador invencible, un actor de películas de superhéroes. Los jóvenes necesitan, para sentirse parte del mundo, un arraigado sentido de pertenencia.

Esa necesidad ha sido explotada de múltiples formas, no todas benéficas ni legales. Las bandas del narcotráfico son las más comunes en este sentido. Las bandas del crimen organizado otorgan a sus miembros protección, fuerza, acción, adrenalina y dinero.

Pero no son las únicas. También están las organizaciones religiosas, que compiten con las iglesias tradicionales en la búsqueda de feligreses. Una de ellas, de prácticas abominables, se llama La Luz del Mundo. Ayer su líder, Naasón Joaquín García, se declaró culpable de abuso sexual contra tres menores de edad -dos niñas y un niño-, aprovechando su cargo dentro de la organización.

«Como líder de la Luz del Mundo, Naasón Joaquín García utilizó su poder para aprovecharse de varios menores de edad. La condena nunca podrá reparar el daño, pero ayudará a proteger a las generaciones futuras» señaló Rob Bonta, el fiscal estatal del estado de California, en donde se lleva a cabo el juicio.

Sí: la condena ayudará. Pero hace falta, además, una campaña muy amplia entre los jóvenes para impedir que se metan en organizaciones de este tipo.