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Asalto sexual

El asalto sexual en las universidades de Estados Unidos es un fenómeno común desde hace tiempo. Tom Wolfe llevó el tema a la literatura magistralmente en su novela “Soy Charlotte Simmons” y, aunque las autoridades universitarias han multiplicado esfuerzos para contener las violaciones y los asaltos, en los últimos años han tenido que enfrentar fenómenos que juzgan más preocupantes, como los ataques armados con baños de sangre por parte de locos externos o de los propios estudiantes.

Ahora un supuesto asalto sexual ocurrido hace 36 años en una fiesta de la reconocida universidad de Yale se ha convertido en el centro controversial de la política de Washington. Christine Blasey Ford, una profesora de sicología de 51 años, declaró ante el Senado que Brett Kavanaugh, un candidato de 53 años propuesto para ocupar un sitio en el Tribunal Supremo del país, trató de violarla con lujo de violencia en una fiesta estudiantil en 1982. El tenía 17 años. Ella 15.

La declaración de la profesora es muy convincente. Recuerda a la perfección el episodio traumático. Dice que Kavanaugh la montó, trató de quitarle la ropa mientras un amigo reía a carcajadas en una cama contigua, y que al tratar de gritar el joven le tapó la boca y pensó que se ahogaría. Todo fue un tormento permitido ampliamente entre los jóvenes, y cuando ella logró escapar se encerró en un baño contiguo mientras lloraba y escuchaba las risas de sus atacantes. Su testimonio oficial estuvo salpicado de quiebres de voz y sollozos, y su pena se mantuvo sobre las cabezas del jurado como una nube de pesadumbre y tristeza.

Pero después vino la comparecencia de Kavanaugh, y con una serie de desplantes de seguridad y coraje logró inclinar la balanza de las opiniones en su justo medio. Dijo que todo eso era un circo que lesionaba la integridad de la nación, que la acusación había sido orquestada por los demócratas, y que su familia y su dignidad personal habían sido lesionadas de manera irreparable.

Posteriormente, cuando el jurado empezó a recolectar otros testimonios, nadie se acordó del incidente, ni siquiera de la fiesta. Todos los mencionados en la declaración de Blasey se desmarcaron del tema.

Y el tema es importante, porque además del cambio en las percepciones sociales después de las protestas del movimiento #MeToo, la decisión del Senado de alguna manera incidirá en las próximas votaciones de noviembre.

Si triunfa la inercia, el respaldo al machismo, la defensa del status quo y el descrédito hacia los testimonios de las mujeres, Brett Kavanaugh seguirá con aplomo y satisfacción su carrera hacia la Suprema Corte.

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