Si existe un lugar emblemático de la derrota del PRI en las elecciones del pasado 1o de julio, ese lugar es Atlacomulco. Sí, ahí nació el presidente Enrique Peña Nieto el 20 de julio de 1966. Del pueblo salieron 5 gobernadores y un presidente, todos cobijados por el revolucionario institucional. Ahí está la cuna del llamado «Grupo Atlacomulco», un conjunto de políticos y empresarios mexiquenses que salieron del pequeño pueblo para apoderarse de los más elevados cargos públicos de la nación, con la misión de practicar la lealtad al partido y al presidente a toda costa, y extender un manto de indulgencia en el manejo discrecional de los fondos públicos. En ese lugar el PRI gobernó la presidencia municipal desde 1929. Jamás conoció la derrota.
Hasta el 1o de julio. Morena se llevó todos los cargos en juego: Presidente de la República, presidente municipal, diputado local, senador. Roberto Téllez Monroy, un ingeniero industrial egresado del Tecnológico de Monterrey, será el nuevo presidente municipal. Con 23,500 votos, se llevó la mitad de las boletas electorales. La primera frase de su victoria fue lapidaria: «Aquí, en Atlacomulco, hoy enterramos al grupo Atlacomulco.»
La derrota del PRI tendrá sin duda muchas lecturas. Una de ellas es la interpretación que señala a la reforma política de Jesús Reyes Heroles en 1977 como la piedra de toque de lo que sería el fin del partido. Otra es la del ave fénix, que volverá a volar con las alas de sus cenizas. Pero tal vez la figura más representativa de la derrota del PRI la haya dado un priísta recalcitrante de Atlacomulco, un hombre que votó por el PRI toda su vida y sufrió con el alma para votar en contra. Samuel Israde, quien labora en la tesorería municipal de Atlacomulco, le hizo una confesión inédita a un periodista extranjero que se metió a escarbar la derrota del PRI en el pueblo: “Cuando estás votando contra tu partido, es como un cuchillo en tu pecho”, dijo, haciendo el gesto de una daga clavándose en su pecho. “Pero era un cambio necesario”. Agregó: “Lo haces por tus hijos”.
Hay quien presagia, después de la tragedia, un renacimiento histórico del PRI a la vuelta de la década. Sería como decir: «El Rey ha muerto. Viva el Rey». O en este caso: «El PRI ha muerto. Viva Morena.»
(Fotografía de The New York Times)