Bansky es un artista anónimo. Se dice que nació en Bristol, allá en el Reino Unido, y paulatinamente se fue haciendo famoso por sus obras excéntricas y llamativas, que combinan elementos tan distintos como el graffiti, el anticapitalismo, el humor negro, el uso de animales repugnantes, la burla de la Reina Victoria, la Mona Lisa de Leonardo, la glotonería de McDonnald’s, Pulp Fiction de Tarantino, las gráficas estadísticas, las bombas molotov y la destrucción del amor.
Bansky también hace cine. En 2010 presentó en el festival Sundance de Toronto su documental Exit through the Gift Shop y el año siguiente fue nominado al Óscar como mejor documental extranjero por la Academia de Hollywood.
A Bansky le gusta el éxito y el escándalo. Sus obras maestras -si las hay- causan sensación al presentar un mundo invertido o enfático en sus desvaríos. En uno de sus cuadros aparece Steve Jobs como migrante sirio. En otro, una niña pobre cateando a un soldado de espaldas. Y un estudiante amotinado con la cara cubierta arrojando un ramo de rosas en lugar de una granada. En otra más, un empresario capitalista fustigando a los trabajadores pobres con la línea gráfica de sus ganancias en ascenso en lugar de un látigo. Bansky hace de la crítica un ariete de la pintura, como quería Georg Lucács, uno de los primeros marxistas metidos en el terreno del arte.
Su última travesura la acaba de realizar en la famosa casa de subastas de Sotheby de Londres. Ahí se subastó el hermoso cuadro llamado «La niña con su globo», en el que una niña deja escapar al viento un globo en forma de corazón. En el cuadro no hay crítica ni sorna alguna. Si algo refleja, es un vago sentimiento de nostalgia por la pérdida. Un cuadro que cualquier solitario insomne lo querría ver al despertar. En la subasta fue vendido por 1.4 millones de dólares.
Y a la hora del martillazo por la venta, apareció el espíritu mordaz de Bansky. El cuadro empezó a desparecer. Se escurrió hacia abajo del marco, dejando en unos cuantos segundos el espacio vacío. Luego desapareció. Todo un acto de prestidigitación.
Bansky sigue haciendo de las suyas.