Belice es una nación olvidada cuando los viajeros organizan sus viajes. Pero ese olvido es injusto. Se trata de una pequeña nación llena de atractivos. Tiene apenas 22,000 km2 y poco más de 374 mil habitantes -un poco más que la ciudad de Cuernavaca-, pero posee la segunda barrera de coral más larga del mundo, y entre sus principales actividades figuran la pesca, la agricultura y el turismo. Al año, suelen recibir cerca de 500 mil viajeros; especialmente de Canadá, Estados Unidos y Europa. A dicha cifra debe añadirse el millón y medio que llega en crucero. Por lo tanto, el 38% de su PIB responde al turismo. Y ahí se han implementado prácticas sustentables encaminadas a mantener un equilibrio entre los atractivos turísticos y la preservación de los ecosistemas.
En las costas de Belice se encuentra El Gran Agujero Azul, un espacio marino circular con un color azul intenso -con más de 120 metros de profundidad- que es un banquete para los buceadores por la gran cantidad de peces, esponjas y corales que habitan en su interior (ver fotografía).
En Belice una organización llamada “Fragmentos de Esperanza” reforesta los corales a través de una técnica conocida como micro fragmentación, que consiste en extraer trozos de corales resistentes y de crecimiento rápido, para realizar cortes estratégicos que se regresan al mar para plantarlos en otro lugar.
Alrededor del 80 por ciento de los corales plantados sobreviven, lo que atrae más peces en la región.
Además, los habitantes practican la pesca sostenible, que consiste en respetar las temporadas permitidas de acuerdo con las especies y evitar el uso de grandes redes que puedan dañar a los corales.
Para fomentar el turismo, los operadores certificados son los únicos que cuentan con los permisos requeridos para poder practicar las actividades de buceo o esnórquel en zonas permitidas, promoviendo entre los turistas un trato respetuoso y responsable con el medio ambiente.
Belice es una nación muy pequeña, pero su ejemplo en la conservación de la naturaleza es muy grande.