Birdman, la última película de Alejandro González Iñárritu, ha levantado un vuelo muy alto. Con 13 nominaciones para los Globos de Oro, es la favorita de todos los mexicanos para llevarse los premios de mejor película, mejor director, mejor actor en la mal llamada categoría de comedia, mejor actriz de reparto, mejor actor de reparto, mejor guión, mejor cinematografía, mejor edición y otras cinco estatuillas.
La película es fantástica, dramática, violenta y a veces hilarante. Un actor caído en la desgracia del desempleo trata de recuperar su glamur de estrella de héroe mientras un pajarraco convertido en su conciencia le habla al oído. La cámara lo sigue incesantemente por los camerinos, andamiajes y el escenario de un teatro de Broadway y se convierte en el testigo mudo de sus excesos. Los demás actores no se salvan del escrutinio de la lente, y al final uno no sabe si la cinta desemboca en una tragedia, un milagro o un sueño.
Aunque muchos dicen que es la mejor película de González Iñárritu, el genial director lleva los dados cargados en contra por ser mexicano. ¿Se atreverán en Hollywood a premiar a dos mexicanos consecutivamente, después del Óscar entregado hace un año a Alfonso Cuarón por Gravity?
Si González Iñárritu se lleva los premios al mejor director, Hollywood se levantará como una capital del cine imparcial y justa. Si solo se lleva la mejor película, entonces sabremos que en Los Angeles la política domina al arte.