En Estados Unidos, una de las naciones productoras y consumidores de carne más grandes del mundo, el coronavirus se ha ensañado atacando con fuerza a muchos eslabones de la cadena productiva. En especial a los grandes mataderos, donde se sacrifica a las reses, los puercos y los pollos, y se inicia la trayectoria que termina en los restaurantes y las mesas familiares.
Después de varias décadas de establecimiento y consolidación, existen en el país alrededor de 800 mataderos, que procesan cientos de millones de kilos de carne anualmente. Pero aquí también hay monopolios. Un reducido número de compañías de este ramo procesa la mayor parte del consumo. Cerca de 50 plantas elaboran el 98 por ciento de la producción de carne, y una docena de ellas han cerrado sus puertas por la pandemia. El sacrificio de animales para producir carne se ha reducido en un 22% en relación a las cantidades del año pasado.
El gobernador de Dakota del Sur declaró que una planta llamada Smithfield Foods en el condado de Sioux Falls cerró sus puertas porque se comprobó que la planta tenía aproximadamente la mitad de los casos de coronavirus en el condado. El 16% de sus 3,700 empleados resultaron positivos en las pruebas. Y fueron pocos, porque se trata de un segmento poblacional muy joven.
Los demás mataderos han sido víctimas de muchos señalamientos, como si en esa rama de la producción alimenticia, exclusivamente, se cultivara el coronavirus. Pero eso no siempre es así. Los dueños de las empresas sostienen que la infección puede provenir de las ciudades y pueblos aledaños, pero por lo pronto no existe la infraestructura de salud capaz de probar sus afirmaciones.
Como el coronavirus es una pandemia inédita en el mundo, y la estadística sobre el tema está también rezagada, falta tiempo para resolver de manera certera cuáles son los focos de la infección y su dispersión.