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Ciudad desigual

En la Ciudad de México la desigualdad social es una epidemia que se expresa arquitectónicamente. La ciudad puede dividirse en dos esferas cardinales, el oriente y el occidente. Como lo era Berlín durante la división del Muro. Y aquí se presenta algo parecido: en el oriente, las zonas empobrecidas de Iztapalapa, Ixtapaluca, Ciudad Nezahualcóyotl, Chimalhuacán, Los Reyes, Texcoco, Ecatepec de Morelos. En el occidente, las prósperas y reconfortantes colonias de San Jerónimo Lídice,  San Ángel, Polanco, Anzures, Lomas de Chapultepec, Bosques de las Lomas, Santa Fe.

Claro que la miseria está mezclada con la opulencia en cada esquina de la ciudad, pero la división geográfica marca la dinámica del crecimiento urbano, la división social de acuerdo a los códigos postales y el crecimiento caótico de una urbe que se desparrama con sus 20 millones de habitantes en la zona metropolitana.

Aunque los medios nacionales han tratado de radiografiar la desigualdad social de la capital del país, muchas veces tienen que venir los medios extranjeros para decirnos a quemarropa nuestras verdades. Ése es el caso del reportaje de Elisabeth Malkin en The New York Times, que se metió a las entrañas de una ciudad perdida entre los edificios ultramodernos de Santa Fe, y retrató lo que es la lucha por el espacio en un país donde siempre vence la ley del más fuerte. O del que tiene más dinero.

La periodista entrevistó a los habitantes de Palo Alto, una colonia pobre que sobrevive junto a la impresionante arquitectura de Arcos Bosques -donde se encuentra el llamado Pantalón-, un conjunto de edificios construido a semejanza de los que existen en el primer mundo, llamado bloque de edificios inteligentes por el manejo sustentable que hacen del agua y la energía, y que albergan a firmas tan importantes como Microsoft, Xeros Mexicana, Cisco Systems, Symantec Corporation y Toyota. El arquitecto del primer edificio fue el recientemente fallecido Teodoro González de León.

Junto a esta ciudad de lujo yace otra, un barrio pobre que se inició con la emigración del campo a la ciudad en la década de los 40´s en el siglo pasado, y que resistió los embates del modernismo a un costo demasiado alto para sus habitantes. Cuando se iniciaron los primeros fraccionamientos para gente acaudalada, las autoridades buscaron desalojar a los habitantes de Palo Alto. Enviaron a la policía varias veces, pero los pobladores resistieron. El movimiento se vinculó a la iglesia, porque unas monjas establecieron ahí una escuela para los hijos de los trabajadores. Un sacerdote militante de la teología de la liberación, llamado Rodolfo Escamilla, defendió al barrio hasta que fue asesinado en 1977. Sus asesinos jamás fueron encontrados.

Pero el barrio sobrevivió, y en la actualidad tiene más de 2,000 habitantes. Han fundado una cooperativa, y algunos de sus restoranes -como el Comedor de Doña Chonita- son frecuentados habitualmente por los trabajadores de las oficinas de lujo. Muchas de sus casas han sido pintadas de colores luminosos, y su cancha de futbol rápido es un imán para los jóvenes de otros barrios.

El reportaje es el testimonio de una ciudad desigual y fragmentada. Un amalgama urbano dictado por el enfrentamiento de la inercia y la codicia. Dos ciudades diferentes que coexisten sin fronteras. Dos Méxicos en uno.

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