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Clasemedieros al saqueo

Los saqueos se han convertido en el emblema del Año Nuevo en México. Aunque fueron disparados por el anuncio del incremento a la gasolina, no obedecen únicamente al descontento por la inflación. Tampoco son exclusivos de México. Son, más bien, el reflejo del descontento social en los países atrasados y con grandes desigualdades sociales. En países en guerra, cuando una fracción pierde el control de alguna ciudad, los saqueos son el termómetro del vacío de poder. Lo mismo sucede -aunque no haya una situación de guerra- cuando hay desabasto de mercancías, particularmente de alimentos.  Ejemplos hay muchos. Piénsese en las guerras de los países africanos. O bien, en nuestro continente, en los saqueos del año pasado en Venezuela por el desabasto de alimentos. O los saqueos en Brasil previos al Mundial de Futbol. O la furia desatada contra las tiendas de Río de Janeiro por la humillante derrota de Brasil frente a Alemania por 7-1.

Los saqueos en México se han amplificado por las cifras que proporcionan los comerciantes y por los escándalos que bullen en la prensa: más de mil establecimientos saqueados «en su totalidad»; millones de pesos en pérdidas; centenares de detenidos en diferentes estados del país; cerca de 500 cuentas falsas de tweets que infunden temor entre la población; acusaciones de intenciones políticas del gobierno por parte de los partidos; rumores de un golpe de Estado.

La situación no deja de ser preocupante, porque los saqueos son un síntoma de ingobernabilidad. Además del crecimiento y el control de territorios por parte del narcotráfico, por supuesto. Pero el país dista mucho de estar al borde de una guerra civil.

Si uno observa las fotografías, en ellas se ve que los participantes en los saqueos no van por comida. Roban sobre todo pantallas, computadoras, electrodomésticos, muebles y… ¡juguetes!

En México, los Reyes Magos participan en el saqueo.

No se trata de una revuelta popular. Es la clase media urbana que tiene salarios de hambre, pone puestos ambulantes y paga mordidas a las autoridades para sobrevivir, y observa en la televisión como viven los ricos a través de las telenovelas. Por eso quieren, por lo menos, pantallas gigantes.

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