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Correr para beber

En las fiestas de fin de año, cuando los estómagos y las carteras de todas las personas sufren por los excesos, mucha gente busca limitar los extremos del consumismo a fuerza de pura voluntad: tratan de comprar menos, comer menos, beber con moderación. Buscan establecer una mayor interacción entre la buena condición física, el ejercicio y la bebida. Y sobre todo, hacer caso a la propaganda que salva vidas: «si bebe, no maneje».

Sin embargo, una nueva investigación reveló que las personas que hacen ejercicio con regularidad son las que beben en mayores cantidades. Increíble. El estudio, que involucró a más de 40.000 adultos estadounidenses, reveló que los hombres y las mujeres activas y en forma tienen más del doble de probabilidades de ser bebedores regulares o excesivos que las personas que no hacen ningún ejercicio. Estos resultados se suman a la creciente evidencia de estudios previos, que señalan que el ejercicio y el alcohol con frecuencia van de la mano, con implicaciones para los efectos en la salud de cada uno. Si se hace ejercicio, bueno; si se consume alcohol en exceso, malo. Pero si se combinan las dos conductas, pues no tan malo. Ni tan bueno.

Algunos investigadores se sorprenden al saber cuánto suelen beber las personas físicamente activas. En general, las personas que adoptan un hábito saludable, como hacer ejercicio, tienden a practicar otros hábitos saludables. Las personas activas rara vez fuman, por ejemplo, y suelen llevar dietas saludables. Por lo tanto, podría parecer lógico que las personas que se ejercitan con frecuencia beban alcohol con moderación.

Sin embargo, múltiples estudios en los últimos años han revelado estrechos vínculos entre hacer ejercicio y beber alcohol. En uno de ellos los bebedores regulares —definidos en ese estudio como personas que bebían alrededor de un vaso al día— tenían el doble de probabilidades que los que no bebían en absoluto de ejercitarse con regularidad. Estudios posteriores encontraron resultados semejantes en los atletas universitarios, quienes bebían bastante más que otros estudiantes en una población que no es precisamente conocida por su abstinencia.

En otro estudio, 150 adultos señalaron que en los días en los que más se ejercitaban, también tendían a beber más. El lema, fuera de todos los patrones, podría ser: «haga ejercicio, beba después».

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