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De animales a personas

Las personas vegetarianas, como es sabido, no comen alimentos que contengan partes animales. Ni taquitos de bistec, ni chuletas de cerdo, ni alitas de pollo, ni filetes de pescado, ni sashimis de salmón. En algunos lugares se respeta la vida de los animales como si fueran personas humanas. Algunas naciones veneran a los animales como si fueran deidades. En la India, por ejemplo, las vacas son sagradas y su sacrificio está prohibido bajo cualquier circunstancia.

Pero ahora ha surgido un pregunta que pone en entredicho las costumbres del respeto a la vida de los animales y, más aún, de la vida de las personas. ¿Pueden los humanos vivir con órganos de animales muertos?

Esto surgió debido a que el actual paradigma de donación -en el que primero alguien debe de morir para que otra persona pueda vivir- resulta insuficiente. Según Robert Montgomery, director del Instituto de Trasplantes Langone de la Universidad de Nueva York, «la necesidad de órganos es exponencial; el abasto es muy gradual y la demanda es enorme. Nunca la vamos a lograr cubrir con el paradigma actual de solamente tener una fuente de órganos de personas que han muerto o de donadores vivos».

De ahí que el experto pugne por lo que denomina como una fuente sustentable y renovable de órganos, ya sean los bioartificiales -elaborados esencialmente a partir de células madre-, o los xenotrasplantes, que consisten en implantar órganos provenientes de animales con alta compatibilidad genética con el ser humano.

En un hecho histórico, el 25 de septiembre pasado, Montgomery y un grupo de expertos realizaron el primer xenotrasplante de riñón en una paciente de 66 años que había sido declarada con muerte encefálica. El órgano provenía de un cerdo modificado genéticamente.

Tan sólo en México, el Centro Nacional de Trasplantes (Cenatra) registró en 2021 a 17 mil 299 personas en espera de un riñón.

En Estados Unidos, ejemplificó Montgomery, hay 800 mil personas con enfermedad renal, pero solamente 90 mil logran llegar a la lista de trasplantes, pues sólo se considera a quienes «verdaderamente se van a beneficiar» con esos recursos escasos.

Si se utilizan riñones de animales, las posibilidades de vida humana se amplían notablemente.

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