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Regreso al origen

Aparentemente, el Estado Islámico de Irak y Siria ha dejado de existir. Ya no es un Estado. Con las batallas de Mosul en Irak y Raqqa en Siria, ISIS (por sus siglas en inglés) ha perdido su capital y su ciudad más importante, y al quedarse sin territorio ha perdido toda su fuerza. Fue, se dice, un Estado efímero. Duró prácticamente tres años, desde que su principal líder Abu Bakr al-Baghdadi asombrara al mundo declarándole la guerra desde su trinchera sagrada en Mosul.

Hoy Mosul es una ciudad en ruinas, ISIS ha perdido más de 60 mil soldados, y sus huestes se encuentran dispersas y desmoralizadas. Aparentemente.

El Estado Islámico surgió a raíz de la invasión de Estados Unidos en Irak en 2003, y se distinguió de otros grupos terroristas por su capacidad de erigirse como Estado, controlar varias ciudades y un sector del territorio muy amplio en Irak y Siria, obtener recursos importantes del petróleo y los impuestos de los habitantes bajo su mando, adoctrinar a ciudadanos europeos y estadounidenses a través de Internet, organizar viajes de reclutamiento hacia su territorio en Siria, operar con una estructura de difusión muy sofisticada y perpetrar actos de terrorismo en muchas ciudades del mundo.

Ahora ISIS se ha quedado sin Estado, pero no ha muerto. Sus principales cuadros se han establecido de manera clandestina en los poblados cercanos a Mosul en Irak, y en el valle del río Éufrates en Siria. Lo que sigue, ante la imposibilidad de reconquistar su territorio, es demostrarle al mundo que ISIS sigue vivo. Es decir, que sigue regando muertes. Desde su salida de las ciudades, ISIS ha llevado a cabo 1,500 ataques  en 16 ciudades recientemente liberadas, y todo indica que en esta nueva etapa fortalecerá sus capacidades militares desde la clandestinidad.

La estela de terrorismo del Estado Islámico es muy densa. Desde 2014 hasta la fecha, perpetró 51 atentados terroristas en los cinco continentes, y sus técnicas se han perfeccionado. La última es barrer con un vehículo a todos los peatones de una calle, como lo hicieron en los festejos del pasado 14 de julio en la ciudad de Niza -hace un año, precisamente-, y en el Puente de Londres el pasado 3 de junio. Ya no se trata solamente de estallar bombas en conciertos. La venganza puede llegar de cualquier manera.

El panorama actual del mundo árabe está representado en las imágenes de la caída de Mosul. No es ninguna victoria. No hay nada que celebrar. Si bien se pueden señalar culpables (las invasiones soviéticas y estadounidenses en Afganistán e Irak, el fanatismo del Islam y los conflictos religiosos de las naciones y las sectas árabes), no existe en la actualidad un elemento que pueda dar una salida civilizada al enredo.

Lo único seguro es que el terrorismo dará para más.

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