Parece la iglesia ahora sí no se salva. Durante siglos lo ha hecho, porque al ser considerada un territorio divino la justicia terrenal ha respetado sus dominios. Gracias a ese amparo, millones de sacerdotes han gozado de sus bienes materiales, y millones de pederastas se han amparado en la oscuridad de sus claustros. Pero todo eso, particularmente la impunidad con la que actuaban los abusadores de infantes, está llegando a su fin.
Una nueva legislación en 15 estados de la Unión Americana permite exigir reclamos contra los abusos sexuales que cometieron los clérigos varias décadas atrás, y eso ha destrabado un torrente de demandas que alcanzan ya los 4 mil millones de dólares. Aunque las demandas están saliendo a la luz pública en Nueva York, California y Nueva Jersey, se trata de una marea que amenaza con barrer la inmundicia que se esconde en todas las iglesias de la nación.
Si los abusos y violaciones de pequeños ocurrieron varias décadas atrás, eso no importa. El escándalo es tan grande que muchas diócesis se están declarando en quiebra por los montos ecuménicos de las demandas, y otras están pensando en vender sus bienes al mejor postor.
Hay víctimas que se sienten reivindicadas. «Ahora empiezo a ver la luz», dijo Nancy Holling-Lonnecker -una anciana de 71 años de San Diego, que denunció a un sacerdote que la violó repetidas veces en el confesionario cuando ella tenía la edad de 7 años. Es tan solo uno de los 5 mil casos que han aparecido para reclamar sus derechos. Pero el océano de denuncias es enorme. En Pennsylvania un tribunal reporta que el año pasado descubrió que 300 sacerdotes abusaron de más de 1,000 niños en las últimas siete décadas.
Y es apenas la punta del iceberg.