En los medios políticos de Estados Unidos se habla nuevamente de la necesidad del Impeachment, que es el proceso de destitución del presidente. El último presidente que sufrió una destitución en Estados Unidos fue Bill Clinton, por las mentiras asociadas a sus relaciones con Monica Lewinsky. Pero tal vez el caso más sonado fue una destitución que no se llevó a cabo, la de Richard Nixon, que renunció por cuenta propia después de admitir su participación en el escándalo de Watergate, donde la Casa Blanca espiaba las actividades del Partido Demócrata.

En esta ocasión el Impeachment se aplicaría por la evidencia de que el propio presidente de Estados Unidos alentó a las turbas que atacaron el Capitolio el pasado 6 de enero, Varios senadores republicanos se sumaron al llamado; uno de ellos señaló que Trump «actuó contra la Constitución.»

Parece que nada de esto tiene sentido. No es creíble que el propio presidente del país actúe contra la ley. Que incite a sus seguidores a tomar las instalaciones del Capitolio. Y que después siga actuando como si no hubiera hecho nada malo.