El pasado Día de Muertos en la Ciudad de México se convirtió, también, en el Día de las Muertas. Una marcha de familiares de las mujeres asesinadas o desaparecidas salió desde el Ángel de la Independencia y llegó hasta el Zócalo con una ofrenda de muertos y cruces con los nombres de las desaparecidas.
El tema se ha convertido en un escándalo mundial. De acuerdo a las Naciones Unidas, 9 mujeres pierden la vida a mano armada en México diariamente.
Aunque el tema de los homicidios de mujeres y los feminicidios se ha prestado a confusión y polémica, lo cierto es que los asesinatos de mujeres en México obedecen a dos causas fundamentales. Por un lado, la violencia callejera, que se ha multiplicado por el fortalecimiento del crimen organizado en muchas regiones, donde las mujeres son víctimas de secuestros, homicidios directos o balas perdidas y fuego cruzado. Y por otra parte, la violencia familiar, donde los hombres se transforman en verdugos de las esposas, las hijas, las novias o las concubinas, y donde las mujeres siguen siendo objetos de uso donde los hombres se sienten los dueños absolutos de las mujeres. Ése es el comportamiento, se dice a diario, que tiene que cambiar.
Pero no cambia.