En Estados Unidos, la tierra de los ideales democráticos de la justicia y la igualdad, las mujeres no tienen los mismos derechos que los hombres. Eso ya se sabía, dirían los estudiosos del tema, y se ha asumido que en materia laboral las mujeres ganan 80 centavos por cada dólar que ganan los hombres. Pero esa diferencia no es tan cierta.
Según un estudio muy reciente del Institute for Women’s Policy Research, en términos generales en Estados Unidos las mujeres ganan 49 centavos por cada dólares pagado a los hombres. Es decir; menos de la mitad. El estudio consideró una gama mucho más amplia de labores -desde trabajos de intendencia en las oficinas hasta labores ejecutivas, pasando por actividades secretariales y de mensajería-, y analizó los ingresos anuales tanto de hombres como de mujeres. Y el resultado, para asombro de todos y llamado de atención para los grupos feministas y defensores de los derechos humanos, fue que el valor del trabajo femenino vale menos de la mitad del masculino.
El estudio arroja otros resultados que también resultan irritantes: generalmente, después de los partos, las mujeres tienen grandes dificultades para recuperar sus cargos y sus remuneraciones; y además, cuando las mujeres acceden en masa a determinados puestos, los salarios asignados a dichos puestos tienden a bajar subrepticia o descaradamente.
Hace un par de años, la actriz Jennifer Lawrence, galardonada con un Óscar por su actuación en la cinta American Hustle, llamó la atención de todos los medios de Hollywood por declarar que a ella se le había pagado mucho menos que a su compañero de cartelera, que tuvo un papel igualmente estelar en la película. Desde ese entonces ha habido mucho ruido al respecto, pero el escalafón y los salarios desiguales de actores y actrices no se han modificado.
El corolario de todo esto no le gusta a nadie, salvo a las firmas contratantes: el trabajo de una mujer, en igualdad de condiciones que el de un hombre, vale menos. ¿Por qué? Porque simplemente la mujer vale menos.