En Estados Unidos, la guerra contra las adicciones no tiene cuartel. En 2020 las drogas se llevaron a la tumba un total de 93,000 personas, y las autoridades no sabían bien qué hacer para prevenir esas muertes.
Las drogas proporcionan a los jóvenes una fuente de ingresos rápidos y una forma de evadir el estrés causado por el desempleo y las oportunidades limitadas,
Sin embargo, con todo y que las muertes por sobredosis vayan en aumento, hay algunas buenas noticias importantes relativas al abuso de los opioides. Las tasas de consumo no médico entre los estudiantes preuniversitarios han disminuido en cerca del 83 por ciento desde 2002, cuando el 14 por ciento declaraba haber intentado alguna vez drogarse con analgésicos recetados. En 2021, ese porcentaje se había reducido al 2 por ciento. El consumo de heroína también presenta un acusado descenso: en 2021, solo el 0,4 por ciento de los estudiantes preuniversitarios declaraba haberla probado.
Esto es especialmente una buena noticia porque el consumo entre los adolescentes es un excelente predictor del rumbo de una epidemia de drogas: la inmensa mayoría de las adicciones se inician en los últimos años de la adolescencia o en los primeros de la edad adulta. Dado que los opioides más mortíferos, como el fentanilo, se suelen vender bajo la capa de la heroína o los analgésicos con receta, esto es un buen augurio para la reducción de las muertes por sobredosis.
Sin embargo, para traducir este cambio positivo en una reducción de las adicciones duradera, es importante saber cómo varían las pautas del consumo de droga a lo largo del tiempo, en vez de contemplarlas como crisis aisladas asociadas a sustancias concretas.
Sí: las drogas matan -y siguen matando-, pero los jóvenes se empiezan a apartar de ellas por temor.
La publicidad contra las drogas rinde ciertos resultados.