Thomas B. Edsall, profesor de la Universidad de Columbia y analista del Washington Post, afirma que el peor problema de los estadounidenses y del mundo en general es que el nuevo inquilino de la Casa Blanca es un ignorante de su ignorancia. Es decir, que no sabe el alcance de sus acciones, porque desconoce el mundo sobre el que actúa. Donald Trump puede sentirse muy satisfecho con cada una de las medidas que toma, pero el resto del mundo está sentado en un gigantesco barril de pólvora.
El Washington Post reveló que, en apenas 63 días de su mandato, ha proferido 317 declaraciones falsas o engañosas. Pero eso no es todo. Su política interna atenta contra los derechos más elementales de la población de Estados Unidos, y la política internacional está pavimentando el camino hacia una nueva conflagración mundial.
El presupuesto que mandó al Congreso obedece a dos principios rupestres: reducir los beneficios a la población e incrementar los gastos en defensa. Su lema de «Hacer de América una nación grande otra vez» se traduce en crear un gigante armado de la cabeza a los pies. Eso sólo es posible, como lo propone, incrementando los gastos de defensa (un 10%) y los de seguridad nacional (un 7%), y reduciendo todo lo demás.
Trump propone reducir el gasto del Estado en 54 mil millones de dólares, repartiendo hachazos primordialmente a la educación, la vivienda, la salud de los niños de las familias más pobres y, sobre todo, con la reducción de más del 30% a los gastos para la protección al medio ambiente y el 17% a la seguridad laboral. Pero no solo esos rubros. Su propuesta de recortes incluye la agricultura, justicia, transporte, comercio, energía y la NASA. Y el anuncio de tales recortes no lo dijo con pesadumbre. No, señores. Lo dijo con la sonrisa en los labios, como si anunciara la invitación a una fiesta.
Y en política exterior, la ignorancia es igualmente mayúscula. Y peligrosa. Lo de menos es la enorme capacidad de convertir a sus antiguos aliados en nuevos enemigos, o por lo menos países que le guardan resentimiento. Es el caso de México, Alemania, Australia y las naciones de la OTAN. Lo peor, la amenaza que se cierne sobre el mundo, es la capacidad de respuesta de las naciones a las que les ha declarado la guerra de manera no tan velada, y de los enemigos que promete destruir. Es el caso de China, los países árabes y, de manera escalofriante, Corea del Norte. Con éste último país, la ignorancia ha derivado en bravatas. Y las bravatas pueden terminar en una apertura de hostilidades que resulte mortal para ambos bandos.
Es el fruto de la ignorancia. Pero el nuevo presidente no lo sabe.