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El libre mercado de armas

Esta semana, como una maldición que se repite sin cesar, un hombre se metió a un cine en la pequeña población de Lafayete, en el estado de Louisiana, y disparó contra el público antes de quitarse la vida. Su nombre era John Houser, tenía 58 años, y su propia familia le tenía miedo. Su personalidad era bipolar, y hace algunos años tenía aspiraciones políticas, ya que hizo campaña para la alcaldía de Columbus en Georgia, y al perderla despotricaba contra el gobierno cada vez que tenía oyentes.
Ahora los investigadores se preguntan si el nuevo verdugo solitario se inspiró en el episodio macabro de la película de Batman, cuando un sujeto disfrazado de el joker entró a un cine en Denver y se llevó a la muerte a 12 inocentes espectadores.
Pero hasta la fecha no existe vinculación alguna. En el último caso, el de John Houser, dicen sus familiares que su personalidad era impredecible, que alternaba momentos de tranquilidad con una euforia enfermiza, y que su propia mujer terminó por esconder todas las pistolas de su casa por el temor de que hiciera mal uso de ellas.
Y vaya que lo hizo. Si bien en 2006 no pudo obtener una licencia para portar armas por haber sido acusado de intentos de incendio en el pasado, de todas formas se las agenció para adquirir una en Alabama, y en esconder su pistola en el ruinoso hotel que fue su madriguera en sus últimos días. La gente del vecindario lo vio visitando el teatro de su puesta en escena del crimen varias veces antes del día escogido, pero nadie se dio por enterada.
¿Se puede hacer algo al respecto?
Si, sin duda. Paradójicamente, el presidente Barack Obama le confió a la BBC de Londres en días pasados que sus intentos fallidos por limitar la venta de armas en Estados Unidos eran la mayor de sus frustraciones como presidente.
Podría decirse, sin ir muy lejos, que la nueva matanza absurda en el cine de Laffayette es otra victoria pírrica de los republicanos. Mientras sigan defendiendo la venta de armas en cada esquina del país más poderoso del mundo, habrá miles de inocentes que pagarán con su sangre su tosudez.

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