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El libro impreso no muere

Hace algunos años, cuando la explosión del libro electrónico mostró sus múltiples virtudes, muchos se pusieron a pensar sobre el fin del libro impreso. Porque en efecto, la propiedad de un Kindle era un beneficio sorprendente para los más  ávidos lectores, porque en un dispositivo de 14 x 12 centímetros, ligero y delgado, se podían cargar cientos de libros, periódicos, enciclopedias y aún las bibliotecas que cupieran en más de 500 megabytes. Para los viajeros resultaba extraordinario, porque ya no tendrían que cargar con kilos de libros al cambiar de ciudades.

Aunque los más acérrimos defensores del libro impreso adujeron todo tipo de argumentos, desde lo amigable del papel impreso a los ojos hasta el olor de las páginas, el libro electrónico fue ganando terreno, y los grupos ecologistas aprovecharon la coyuntura para levantar la bandera de la protección de los árboles y la soñada reducción del maldito papel.

Sin embargo, el libro impreso sigue vivo pese a todo, y una encuesta realizada en Estados Unidos señala que seguirá vivo mucho tiempo. Un centro de opinión pública, llamado Pew Research Center, publicó una encuesta levantada del 7 de marzo al 4 de abril del presente año, donde se lee que el 65% de los encuestados ha leído un libro impreso en el último año. Si a ese porcentaje se le agrega la cantidad de gente que ha leído un libro electrónico en el mismo periodo, la cifra asciende al 73%. Y en ese universo hay extremos radicales, como en todo. Un 6% de los encuestados afirma que solo leen libros digitales; un 38% sostiene que solo leen libros impresos. Cada quien con sus obsesiones.

Lo interesante es que un 28% dijo que lee indistintamente libros impresos o electrónicos, dependiendo de cuáles se encuentren más a su alcance. Eso implica, tal vez, que la rivalidad entre el libro impreso y el electrónico es un debate teórico. En la práctica, los lectores lo que quieren es leer.

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