El triunfo de Donald Trump fue un cubetazo de agua helada para casi todo el mundo. Pero ese casi es importante, porque entre los mandatarios que se vieron complacidos con la victoria del empresario se encuentra Vladimir Putin, el presidente de Rusia.
Putin está de plácemes, porque a lo largo de su campaña Donald Trump lo puso como un ejemplo a seguir como mandatario. «Putin es mejor líder que Obama», dijo Trump en reiteradas ocasiones, y su ahora homólogo del Kremlin tomó nota de su explícita simpatía. Sin embargo, para crear una verdadera alianza entre las dos potencias históricamente rivales, habrá que remover algunos escollos. El primero de ellos será levantar las sanciones que Estados Unidos puso a Rusia después de su intervención en Ucrania. En segundo lugar, a juicio de Rusia, Estados Unidos deberá retirar a las tropas de la OTAN que se acantilaron en la frontera con Rusia a raíz de dicho conflicto. Y en tercer lugar, siempre según los analistas del Kremlin, Estados Unidos deberá reconocer la anexión de Crimea a Rusia, un territorio disputado desde hace mucho entre Ukrania y Rusia. Solo así podrían ser sinceros amigos.
No es improbable que Donald Trump ceda en esos terrenos. Él siempre ha dicho que tendrá un acercamiento con Putin, y como buen empresario pragmático, no tendrá inconveniente en pasar por encima del pueblo de Ukrania. Además, Trump ha criticado en repetidas ocasiones a los países de la OTAN, y no sería extraño que desde la Casa Blanca abandone a la organización. Eso encendería la protesta de los países de Europa del Este -que se sienten siempre amenazados por Rusia-, pero esa protesta no es un asunto prioritario para Trump.
Lo que le resulta más prioritario es el combate al Estado Islámico, y una alianza con Rusia y con el dictador Bashar Al Assad de Siria no le vendría mal para destruir a los terroristas.
Tampoco descartaría una alianza con Rusia para enfrentar a la nueva superpotencia, el dragón económico Chino.
¿Necesita Trump más aliados? Tal vez no, pero por lo pronto ya le expresaron su apoyo los impulsores del Brexit en el Reino Unido, y la líder de la ultraderecha en Francia, Marine Le Pen. Se trata de un nuevo Eje, en ciernes.