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El otro libre comercio

Un capítulo que se encuentra fuera de las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, por motivos obvios, es el libre comercio de armas de Estados Unidos hacia México. Ahí no hay reglas, ni datos estadísticos gubernamentales, ni beneficios económicos para ningún país. Lo que hay son cifras escandalosas y horripilantes. Es un escándalo que cada año lleguen a México 213,000 armas de fuego que sirvan para armar a las bandas de narcotraficantes, abrir espacio para las llamadas ejecuciones de los rivales, que se utilicen para aumentar los robos a mano armada y tengan al país con cifras de mortandad que corresponden a una nación en guerra. Resulta tétrico que México tenga un número de 20.5 homicidios por cada 100 mil habitantes, y que el año pasado el país haya registrado más de 29 mil homicidios, una cifra que lo ubica por debajo de los homicidios en Siria, pero por encima de los de Irak y Afganistán. México tiene el nada honroso segundo lugar en muertes por ataques a mano armada en el mundo.

El libre comercio de armas no está regulado, y se sabe poco de sus mecanismos de operación. En una entrevista lograda por The New York Times con un recluso de las cárceles mexicanas, un joven incauto de 23 años de edad, éste dice que traficaba cientos de armas anualmente de Estados Unidos a México, y que con esa actividad obtenía ganancias que no podía tener en ningún otro trabajo. Cada fin de semana asistía a las ferias que las tiendas de armas llevan a cabo alrededor de la ciudad de Dallas, y se ufanaba de que en ellas podía evadir los requisitos para comprar armas, como el historial criminal de los clientes o los documentos de ciudadanía. Después de recolectar un buen número de rifles semiautomáticos AR-15, que son los más solicitados por los grupos de narcotraficantes, los escondía en las estufas y refrigeradores que cargaba en su camioneta para cruzar la frontera, y finalmente los vendía en los pueblos cercanos a la línea divisoria. El negocio era muy bueno: compraba los rifles por un precio aproximado de $500 dólares ($10,000 pesos mexicanos) y los vendía a los compradores cinco veces más caro. En cada viaje podía embolsarse casi medio millón de pesos. En un par de años, con sus ganancias, pudo comprar una casa. un par de nuevas camionetas y un cúmulo de bicicletas eléctricas, para él y para sus amigos.

Y de la noche a la mañana todo terminó. El sueño de este joven se vino abajo porque tuvo una rencilla con un primo que lo denunció a la policía. Actualmente, el joven recluso cumple una pena de nueve años de prisión.

Es claro que México debe reforzar la frontera para impedir o por lo menos reducir el abierto tráfico de armas que se utiliza para segar vidas de mexicanos. Pero en este tema la principal responsabilidad recae en el lado de Estados Unidos. No es posible que la Casa Blanca quiera levantar un muro para impedir el paso de los mexicanos a su país, mientras se queda de brazos cruzados ante el paso de armas que terminan incrementando las muertes de sus vecinos y colocan a México en un estado de guerra.

 

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