Brasil, el país más grande y poderoso de América Latina, está dividido en dos visiones radicalmente opuestas. El próximo domingo la nación decidirá la apuesta para su próximo presidente, que se definirá entre Jair Bolsonaro -el actual presidente- y Luiz Inácio Lula da Silva, un izquierdista apasionado que supervisó el auge de Brasil durante la primera década de este siglo, pero que luego fue a la cárcel acusado de corrupción. Esos cargos fueron posteriormente retirados, y ahora, tras liderar las encuestas durante meses, el hombre conocido simplemente como Lula está a punto de completar una inimaginable resurrección política. 

Bolsonaro, de 67 años, quiere vender la compañía petrolera estatal de Brasil, abrir la Amazonía a la minería, relajar las regulaciones sobre las armas e introducir valores más conservadores. Da Silva, de 76 años, promete aumentar los impuestos a los ricos para ampliar los servicios para los pobres, lo que incluye ampliar la red de seguridad social, aumentar el salario mínimo y alimentar y dar vivienda a muchas más personas.

Brasil espera con ansiedad su futuro.

El mundo observa con atención.