En El Salvador, ser mujer es un problema. Cualquiera está expuesta a ser violada en el mejor de los casos. O a perder la vida, en el peor. La violencia contra las mujeres en el país es una constante en los últimos años. El Salvador ocupa el tercer lugar en feminicidios a nivel mundial -detrás de Siria y Lesoto-, y el nada honroso primer lugar en América Latina. Algo así como lo que empezó a suceder en Ciudad Juárez hace 30 años, pero a nivel nacional.
En 2016, la cifra oficial de crímenes contra las mujeres fue de 526. Es decir, que una de cada 5 mil mujeres fue asesinada. Es la cifra oficial, basada en los cadáveres que llegan a la morgue. Las que se arrojan a las fosas clandestinas o simplemente desaparecen no cuentan. Muchas veces, simplemente se olvidan. Así es la vida en El Salvador.
El tema fue puesto nuevamente a la luz pública internacional por Catalina Lobo-Guerrero, la periodista colombiana que escribe para El País y The New York Times. Ella estuvo recientemente en El Salvador, y su testimonio es demoledor. Dice: «No quiero volver a El Salvador. Ese país, como ningún otro en América Latina, me hizo sentir miedo de ser mujer . El taxista que me recogió en el aeropuerto, el primer salvadoreño que conocí, me mostró que estaba entrando en territorio hostil. Viajábamos por la carretera y por hacer conversa, le pregunté por su familia. Me dijo que tenía un bebé, un gordito llamado JJ, y me enseñó su foto en la pantalla del teléfono.
-¿Vas a tener más?
– Quisiera tener otro pero que también fuera niño.
– Sabes que eso no se puede escoger.
– Sí, pero no quisiera tener una niña, las niñas son un problema.
Las niñas son un problema para una sociedad que viola y mata a niñas, adolescentes y mujeres todos los días.»
Una parte del problema de ser mujer en El Salvador se inscribe en la guerra del gobierno con los Mara-Salvatruchas, las pandillas armadas de jóvenes tatuados que viven de la venta de drogas, el secuestro y la venganza. Los Maras requieren constantemente incrementar sus filas, y a los jóvenes que se niegan a ingresar como reclutas los castigan secuestrando a sus hermanas, violándolas, infectándolas de SIDA o bien desapareciéndolas después de la tortura. Pero eso no es todo. La otra parte del problema es cultural, y se inscribe en el interior de las familias. Ser una niña no es simplemente nacer en una categoría inferior como ser humano, sino también ser objeto de violencia física y sexual. En El Salvador ser mujer es ser el blanco de los desfogues, el receptáculo de la venganza, el cuerpo que sirve para desquitarse de todas las frustraciones recibidas en la vida.
En El Salvador el aborto está penalizado en todos los casos. Inclusive, cuando existe una violación. La mujer que aborta se va a la cárcel 30 años a expiar su pena, igual que un joven Mara que asesina a su vecino. La condena para ambos es la misma.
Si: Catalina Lobo-Guerrero no regresará a El Salvador. Pero antes de irse preguntó a un especialista en la materia por las causas últimas de la violencia del país contra sus mujeres. «Es que así somos aquí», fue la respuesta.