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El retorno

No son muchos comparativamente, pero las personas que adquirieron el Coronavirus y se han reintegrado a sus respectivas sociedades no están recorriendo un camino fácil. En Querétaro, Liliana Ortiz asistió a una reunión deportiva de su hija, y ahí contrajo la enfermedad. Tuvo la suerte de ser hospitalizada de inmediato, ingresó a la sala de terapia intensiva, y luchó con todas sus fuerzas para no dejarse llevar por la muerte. «Creo que sí hubo un momento en que estuve a punto de rendirme, de decir hasta aquí llegué, porque sentía que no podía. Pero algo se encendió en mí y pensé que no podían mis hijos y mi esposo, mi familia, mis papás, tener un final así para mi.»

En Estados Unidos, miles de trabajadores de la salud que contrajeron el virus regresan a sus hospitales de origen con el fin de donar sangre para que estudien sus anticuerpos. Otros saben que se salvaron milagrosamente. Carl Goldman, un hombre de 67 años que fue evacuado del Crucero Diamond Princess después de que se descubrió a bordo la mayor concentración de enfermos de Coronavirus fuera de China, dijo que el saldo mortuorio de su crucero fue de 11 pasajeros. Corrieron con suerte.

Miles de sobrevivientes sienten el rechazo de sus viejas amistades, que no quieren reunirse con ellos por el temor infundado de ser contagiados por los resabios del virus. Otros más apenas saben que, una vez recuperados, se convierten en fortalezas contra la enfermedad. En Italia algunas autoridades están discutiendo la forma de extender «certificados de inmunidad» para que las personas que lograron vencer al virus regresen a sus respectivos trabajos y puedan moverse sin temor a convertirse en focos de contagio para los demás.

Miles de personas recuperadas sienten que regresan de una guerra. Pero no vuelven como héroes, sino como heridos que pueden recaer en el mal. Para muchos, un nuevo rechazo social los espera.

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