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El triste legado olímpico

A menos de seis meses de concluidas, las instalaciones olímpicas de Río de Janeiro son un elefante blanco. Hasta el histórico estadio de Maracaná, escenario de las glorias de Pelé hace varias décadas, luce vacío y abandonado. Los Juegos Olímpicos dejaron una ciudad en ruinas. El Parque Olímpico, emblema de los Juegos que serían orgullo del país, es un conjunto de instalaciones abandonadas. La arena de volibol es un espectro rodeado con alambradas; la alberca olímpica está llena de basura; el edificio de telecomunicaciones es una estructura que se cae a pedazos. El escenario para slalom de canoas, que iba a ser una alberca gigantesca para la población aledaña, fue cerrada al público a finales del año pasado.

La Villa Olímpica que albergó a los atletas de los cinco continentes, que sería destinada a revitalizar la economía con la venta de condominios de lujo, no ha vendido ni la décima parte de sus departamentos. Lo demás luce abandonado, igual que el resto de las instalaciones. Si bien los primeros meses después de las olimpíadas el Parque Olímpico abrió sus puertas al público, pronto se vio que la falta de recursos derivaría en falta de servicios básicos. Por eso ahora todo está cerrado. Alrededor del templo de Maracaná, que vibró con la inauguración y clausura de los Juegos, no hay electricidad. Es un maracanazo mucho peor que cuando Uruguay le ganó a Brasil.

El gobierno no tenía el dinero para realizar una fiesta de esas dimensiones. Y ahora los que pagan impuestos son los que pagan las consecuencias. Durante la euforia de la preparación de las olimpíadas, el gobierno prometió que todas las instalaciones se convertirían en centros deportivos y escuelas. La arena de taekwondo sería una escuela ejemplar. Lo mismo la de hockey y el campo de tiro. El gobierno afirma que todo eso son proyectos que están en curso. Pero ahora, a medio año del fin del carnaval olímpico, nada ha sucedido.

¿Quién salió ganando con todo esto? Nadie, salvo los constructores de futuros elefantes blancos.

(Fotografía The New York Times)

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