Colombia, una nación de geografía providencial pero azotada por la violencia de los grupos paramilitares y la guerrilla, está en un proceso electoral que parece único en su historia. Las encuestas muestran que Gustavo Petro, senador y exintegrante de un grupo rebelde, lleva la delantera frente a dos exalcaldes de derecha, que son Federico Gutiérrez y Rodolfo Hernández. Si ningún candidato obtiene más del 50 por ciento, el 19 de junio se celebrará una segunda vuelta entre los dos primeros clasificados.
Si Petro gana, se convertirá en el primer presidente de izquierda de Colombia, lo que marcará un hito en un país que ha estado gobernado durante mucho tiempo por una clase aristocracia conservadora.
Petro ha prometido transformar el sistema económico de Colombia -que alimenta la desigualdad-, mediante la ampliación de los programas sociales, el cese de la explotación petrolera y el cambio de orientación del país hacia la agricultura y la industria nacionales.
Colombia ha sido durante mucho tiempo el aliado más fuerte de Estados Unidos en la región, y Petro está pidiendo un reajuste de la relación, lo que incluye cambios en el enfoque de la guerra contra las drogas y una nueva evaluación de un acuerdo comercial bilateral que podría llevar a un choque con Washington.
Gutiérrez, quien cuenta con el apoyo de gran parte de la clase dirigente conservadora, aboga por ajustes modestos del statu quo, como destinar más dinero a los gobiernos locales.
Lo bueno de todo esto es que el destino del país está en la urnas, y no en las armas.