La semana en la que Donald Trump autorizó la construcción de una muralla contra los bárbaros mexicanos, decretó también la expulsión del idioma español de la información de la Casa Blanca.

¿Busca proteger a su inmaculado pueblo de las impurezas de otro idioma? No. Como en todas sus acciones, Trump avanza rápidamente hacia atrás. A su juicio, hablar dos idiomas no es un avance, sino un retroceso. No le importa que el español sea la tercera lengua más hablada en el mundo, detrás del mandarín y el inglés. Es también el tercer idioma más utilizado en Internet, y el tercero en comunicación internacional después del inglés y el francés. Se habla en España, las naciones de Hispanoamérica, el Sahara Occidental, Guinea Ecuatorial, Filipinas y… Estados Unidos.  En la actualidad, el español es el segundo idioma más utilizado en ese país, con 38 millones que lo entienden y lo utilizan a diario.

Esos 38 millones de hispanoparlantes representan la quinta población que habla español en algún país, después de México, Colombia, España y Argentina.

La prohibición del español en las páginas oficiales de Estados Unidos es una medida que atenta contra su propio país. Una medida inquisitoria, propia de Torquemada. Una prohibición de la lengua de Cervantes, Lope de Vega, Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Federico García Lorca, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Javier Cercas.

Otra medida al estilo de los nazis, cuando quemaban los libros.