Entrevista con Vicente Leñero
Usted escribió un libro clásico, en el ya lejano año de 1963, sobre los albañiles. Era un thriller, una obra clásica sobre un asesinato y el descubrimiento del asesino, pero sobre todo era el pretexto para presentar la brutalidad de las desigualdades sociales en México y lo injusto del sistema de justicia en el país.
¿Por qué se interesó usted en los albañiles?
Bueno, yo estudié ingeniería civil en el Palacio de Minería, me recibí de ingeniero, trabajé en la construcción de una compañía de instalaciones sanitarias, conocía el entorno de los albañiles, y por eso cuando comencé a escribir me saltó a la cabeza de inmediato ese tema.
¿Qué pensaba de los albañiles en aquel entonces?
Bueno, pues la verdad es que a mí como ingeniero me fue muy mal entre ellos. Yo no era muy ducho en las labores de construcción, era muy torpe, y los albañiles con toda su picardía y su maledicencia se burlaban de mí. Entonces, de alguna manera, mi libro fue una venganza contra sus burlas. Y claro, también había un núcleo de protesta contra el sistema imperante, contra esa miseria en la que la sociedad los había hundido.
Lo cierto es que la obra tuvo mucho éxito en su momento. De la literatura brincó al teatro, y luego a otros escenarios…
Sí, es cierto. Yo mismo traduje la novela al lenguaje del teatro, eso se me daba mejor que la ingeniería, y después Jorge Fons la llevó al cine, ahí actuaron Ignacio López Tarso, Resortes y muchos otros. Sí, tuvo éxito, fue premiada en Alemania, y toda la cosa. Pero una de las funciones más importantes se llevó a cabo en un teatro, y fue una función para albañiles. Una función organizada por el sindicato que había en una obra. Fue muy interesante, porque al final de la obra se abrió lo que se llamó un foro de debate, en donde algunos albañiles empezaron a hablar y a dar sus opiniones sobre la obra. Y en eso estábamos cuando de repente se paró el maestro de obras y me espetó directamente su diagnóstico: “¡Esta obra es una ofensa al gremio!” ¨¡Lo s albañiles no somos mal hablados, ni somos rateros, ni insultamos así a la gente!” Bueno, pues eso para mí fue una verdadera sorpresa, porque esa persona se sintió ofendida. Yo lo que quise fue presentar la realidad tal y como era, si se quiere, con toda su crudeza. Claro que los albañiles eran y son mal hablados. Yo también soy mal hablado. Pero ése no es el tema de la obra. Luego algunos quisieron que le bajáramos al tono, sobre todo en las giras que tuvo la obra, porque las buenas conciencias se escandalizaron.
¿Su novela fue de alguna manera una defensa de los albañiles?
Pues tampoco, pero en el fondo estaba lo que yo pensaba de los albañiles: que son las personas que construyen casas, pero no tienen ellos mismos una casa decente para vivir. Y eso lo sigo pensando ahora. Eso es una paradoja muy triste, y debe ser muy doloroso para ellos: estar construyendo y construyendo casas y edificios de departamentos y ellos no tener un lugar digno para vivir.
¿Considera que son el peldaño más bajo de la escala social?
La verdad es que los albañiles son contratados sin derechos, sin ninguna prestación, con salarios muy bajos, sobre todo los peones, la tropa, los que solamente cargan bultos. No tienen ningún tipo de educación, no saben leer ni escribir, tienen un grado de escolaridad bajísimo. Es un gremio ninguneado, sin duda, un sector que deberíamos considerar más, y no solamente cada 3 de mayo, cuando es su día, el día de los albañiles. Hay que considerar que los albañiles son los verdaderos artífices de esta enorme ciudad.
Hay una organización, llamada Construyendo y creciendo, que ha puesto salones de clases para los albañiles en las propias construcciones. Pero su trabajo es monumental, lleno de dificultades, porque van muy pocos albañiles a las aulas. Un porcentaje muy menor. Y los que no van, no es porque sepan leer, sino porque les da pena reconocerlo. Por eso se burlan de los que asisten a clases. ¿Qué le parece eso?
Pues me parece muy dramático, y yo sé en carne propia que los albañiles son muy burlones, pero creo que esa actitud se puede ir ablandando con el tiempo. A mí me gustaría ver que los albañiles también pueden ascender en la escala social, que puedan inclusive llegar a ser ingenieros o arquitectos. Y eso sólo se adquiere mediante los estudios. Pero para eso falta mucho, sin duda.
¿Cree usted que la desigualdad social en México sigue igual que cuando usted escribió su libro?
No, yo creo que está peor. Eso es lo que veo. Pero no quiero opinar sobre eso. Yo soy periodista, reportero. No soy analista de nada. Yo solamente presenté en mis textos lo que veo.
¿Se sigue leyendo su libro sobre los albañiles?
Bueno, hay gente que aún se acuerda de ese libro. Hace poco me llamó una amiga para decirme que quería que yo participara en una subasta de objetos de albañilería, precisamente por haber escrito una novela sobre el tema, y ahora estoy haciendo una pequeña escultura con la figura de una paleta de albañil que está atravesando un libro, como si fuera un cuchillo. Porque la novela trata de un asesinato. Y yo escribí sobre la cuchara pasajes de la novela. Pero veo que el tiempo pasa, los textos se olvidan, y los albañiles siguen estando en las mismas condiciones de miseria y olvido.