En la negociación más larga de las últimas décadas, los líderes de la Unión Europea acordaron el pasado 21 de julio un plan de recuperación debido a la pandemia del coronavirus que implicó un monto de 857 mil millones de dólares que se distribuirán de manera proporcional a las afectaciones del virus. Por primera vez, el otorgamiento de los fondos se realizará en forma de subvenciones que no serán reembolsadas. El país más beneficiado con ello fue Italia.
Las tensiones -que surgen siempre- en el bloque europeo fueron entre los países ricos del norte y los pobres del sur, y con las naciones que han sido tradicionalmente autocracias, como Hungría y Polonia.
Lo más relevante fue el compromiso al que llegaron el presidente de Francia, Emmanuel Macron -que presionó con el fin de obtener subvenciones a gran escala para los países del sur de Europa como Italia y España, que se han visto más afectados por la pandemia-, y el primer ministro de los Países Bajos, Mark Rutte, quien propuso más préstamos en lugar de subvenciones, además de exigir reformas económicas estructurales para los países nuevos del bloque.
La Canciller Ángela Merkel, presidenta del bloque, tuvo que aplacar a los primeros ministros de Hungría y Polonia, Viktor Orbán y Mateusz Morawiecki, poniendo el énfasis en los beneficios que obtendrían sus países, y multiplicando los llamados a la unidad. Por su experiencia y sus habilidades, Merkel se impuso el final, no sin sudar un poco.