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Éxodo

Lo que parecía una caravana más de ciudadanos centroamericanos hacia el norte, con el fin de llegar desde sus países originales a Estados Unidos, se ha convertido en un verdadero éxodo. Los centroamericanos ya no quieren vivir en sus países. Huyen de la violencia, la pobreza y la destrucción de sus comunidades. Son ciudadanos que, con sus pocas pertenencias a cuestas, señalan al mundo que las naciones de El Salvador, Nicaragua, Honduras y Guatemala son Estados fallidos, que han fracasado en sus intentos de preservar la vida y el bienestar de sus habitantes.

El 12 de octubre salió de San Pedro Sula, en Honduras, la primera caravana. Inicialmente eran aproximadamente 1,500 personas, pero gracias a la difusión que tuvieron en los medios de comunicación, y después de pasar con altibajos por Guatemala y llegar a la frontera con México eran ya cerca de 7,500. En Chiapas y Oaxaca, varias organizaciones sociales y entidades del gobierno les brindaron apoyo; agua, comida, tiendas para dormir.

La segunda caravana, compuesta por cerca de 2,000 personas, llegó a la frontera con México el 28 de octubre, y junto al río Suchiate tuvo un enfrentamiento con la policía federal. Al día siguiente, la caravana ingresó a México en lanchas y a nado por el rio.

Una tercera caravana -lleva aproximadamente 2,000 integrantes- salió de San Salvador el 28 de octubre y cruzó recientemente la frontera sur de México. Una cuarta se formó en el departamento hondureño de Olancho y ya se encuentra en Ciudad Hidalgo, Chiapas.

La organización de las caravanas es anárquica. Muchos líderes de los emigrantes se han dado cuenta, ya en territorio mexicano, que los jóvenes resultan presa fácil del narcotráfico -las bandas les ofrecen dinero para reclutarlos-, y deciden sacarlos del frente y ponerlos en la retaguardia. Más de 1,500 emigrantes se han acogido a los programas de trabajo temporal de México. Muchos quieren llegar a la capital a pesar del anunciado desabasto de agua. Muchos otros, sin decirlo, se van quedando en el camino. En los pueblos a su paso se quedan a pedir limosna.

Pero nadie quiere regresar a sus países de origen. La mayoría de los caminantes, fervientes religiosos y peregrinos de antaño, esperan la aparición de un Moisés providencial para guiarlos.

Los que lleguen a la frontera con Estados Unidos, la llamada tierra prometida, se encontrarán con los fusiles del Pentágono.

 

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