Ser abuelo o abuela en México puede ser una bendición, pero también una ignomina. Como muchas otras culturas, la mexicana le rinde culto a los antepasados, a los muertos y a los ancianos, y en ese sentido los abuelos son las joyas ancestrales de las familias, los jefes honorarios de la tribu, las fuentes de sabiduría y los archivos de la experiencia en la vida.
El reverso de la moneda es patético: los costos de manutención de los abuelos se han incrementado notablemente, sobre todo por los elevados precios de los medicamentos y atención médica. En consecuencia, ante la incapaciedad de solventar esos gastos, hay familias que deciden simplemente echar a sus abuelos a la calle. Otras, en el mismo tenor, toman a sus ancianos como los culpables de las desventuras que han sufrido en la vida, y los convierten en los blancos cotidianos de sus venganzas. Según algunas organizaciones defensoras de adultos mayores, hay más de un millón de ellos que sufren violencia familiar.
Hay 10 millones de adultos mayores en México; de ellos, según el Coneval, 7 millones viven en condiciones de pobreza, y 800 mil en condiciones de marginación extrema. Hay un millón de hogares habitados por adultos mayores solos. No hay cifras verificables sobre cuántos viven en las aceras de las calles.
Hoy en su día, es una ocasión propicia para pensar colectivamente en las vías para que puedan recobrar su dignidad y respeto.