Generalmente, por el bien del deporte -se dice-, la política debe quedar fuera de la cancha.  Es mal visto que los jugadores de cualquier deporte expresen sus simpatías por algún candidato o partido político. Se cree que el deporte es algo que unifica a la gente y que la política tiende a dividirla.  Sin embargo, en muchas ocasiones, el deporte ha sido el contexto más adecuado para que las banderas de inconformidad se extiendan sobre las gradas y las canchas se han convertido en las palestras para la expresión de reclamos y consignas.

Eso fue lo que sucedió en días pasados en un partido de fútbol soccer en el Talen Energy Stadium de Chester, Pennsilvanya, donde Alejandro Beyoda, mediocampista del Philadeelphia Union, hizo resonar su voz después de meter un golazo a sus rivales, el D.C. United.  Fue una jugada de fantasía.  Beyoda recibió un pase fuera del área y, con un tiro raso que se metió a la red después de tocar el poste, levantó un grito de euforia en el graderío.  Después corrió hacia uno de los micrófonos que las televisoras colocan en las esquinas para captar las reacciones del público y desde ahí, gritó a un público mucho mayor que el de los espectadores:  «Congreso, hagan algo ya.  Detengan la violencia de las armas.»

Aunque el estadio no escuchó su reclamo, muchos se quedaron paralizados.  Sus compañeros de equipo corrieron hacia él y lo felicitaron por el gol que metió y por su bravura.  Los oficiales de la Liga Mayor de Soccer se reunieron para deliberar sobre una posible sanción por su conducta.

Después del suceso, en una entrevista televisiva, el jugador sostuvo: «Lo que sucede en este país es absurdo.  Alguien tiene que detener la violencia.  Yo tengo hijos. Y antes que ser un jugador, soy un ser humano.»