En menos de dos meses han muerto dos gorilas que se encontraban bajo resguardo en dos zoológicos del mundo. El primero, Harambe, era un macho de 17 años y 200 kilos que el 30 de mayo cayó abatido por el disparo de un rifle utilizado por los cuidadores del zoológico y jardín botánico de Cincinnati, quienes se dieron cuenta de que un pequeño se encontraba en su área.

El niño de tres años se introdujo en su fosa pasando bajo un barandal a través de alambres y resbaló por una pared que lo puso, en menos de un parpadeo, junto al colosal ejemplar. Ante la duda sobre el tiempo que hubiera pasado antes de que un tranquilizante inmovilizara a Harambe y la reacción que hubiese mostrado al recibir el impacto del dardo, se tomó la decisión de sacrificarlo pues ya había arrastrado el niño por el agua.

Bantú es el nombre del segundo gorila de 25 años que murió en el zoológico de Chapultepec el miércoles pasado a consecuencia de un paro cardiorrespiratorio, cuando se le preparaba para el traslado al zoológico de Guadalajara con fines de reproducción. El médico veterinario director del zoológico, Juan Arturo Rivera Rebolledo fue suspendido de forma temporal hasta aclarar que no hubo un mal manejo para el traslado del gorila.

Dichos acontecimientos hacen recordar a Dian Fossey (1932-1985) la investigadora norteamericana quien fue asesinada a los 53 años en la cabaña donde vivía, situada en las montañas de Virunga, Ruanda, el 26 de diciembre de 1985. Su vida y pasión por estos magníficos animales, fue retratada en la película Gorilas en la niebla (1988) dirigida por Michael Apted y protagonizada por Sigourney Weaver, quien fue nominada al Oscar como mejor actriz. Dian Fossey fue testigo de la caza furtiva de los gorilas en Zaire y Ruanda donde durante 22 años se dedicó al estudio de su comportamiento llegando a reconocer las características únicas de cada individuo.