No hay nada peor que un pleito a muerte en familia. Padres contra hijos, hermanos contra hermanos, parientes contra parientes. Del amor filial al odio político no hay más que un paso. Y ese paso, afortunadamente, todavía no se ha dado entre las dos Coreas.
Pero están a punto. Hijas desheredadas de la guerra fría, las relaciones entre Corea del Norte y la del Sur han estado selladas por la lejanía y el asilamiento. Corea del Norte es un jirón del comunismo de Stalin, donde una familia sobrevive en el trono del Partido Comunista apestada por los países cercanos y el resto del mundo. Corea del Sur se ha abierto paso en el mundo capitalista con gran soltura, y fue considerada uno de los «tigres asiáticos» que pusieron el ejemplo para que los países subdesarrollados puedan pasar al lado del desarrollo.
Si bien las relaciones entre ambas Coreas han sido muy tensas desde mediados del siglo pasado, las escaramuzas fronterizas no han tenido la resonancia de lo que sucede en estos días.
Corea del Norte alega que a lo largo de la frontera hay una fila de locutores de radio que se pasan la vida criticando al país vecino, y que ya no está dispuesta a tolerar más vejaciones. Corea del Sur afirma que Corea del Norte ha disparado varios proyectiles hacia el sur, y que si los ataques continúan habrá represalias con un poder tecnológico mucho mayor.
Y eso, que parece un intercambio de insultos entre niños emberrinchados, puede convertirse en una guerra de proporciones planetarias. Esperemos que los hermanos, por el bien de la familia y del resto del mundo, entren en razón.