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Huawei

Una de las compañías chinas que mejor ilustran el comportamiento del dragón que se come al mundo es Huawei, el gigante de las telecomunicaciones que se inició como una pequeña oficina en la ciudad de Shenzhen, puerta comercial de la isla de Hong Kong, y cuyo dueño fue Reng Zhenfei, un antiguo comandante del Ejército de Liberación Popular de China.

Reng no promovió una empresa al amparo de las tecnologías del extranjero, sino que fundó una empresa china con tecnología propia. Y esa semilla ha tenido un crecimiento impresionante. Hoy en día se encuentra en más de 170 países del mundo, tiene más de 160 mil empleados, y 65 mil de ellos se encuentran en labores de investigación y desarrollo, con centros en países tan distintos y distantes como Estados Unidos, Bélgica, Francia, Canadá, Alemania, Colombia, Suecia, Irlanda, India, Pakistán, Reino Unido, Israel, Rusia y Turquía.

En la actualidad, varios países -pero sobre todo Estados Unidos-, temen y han declarado que los productos de Huawei tienen dispositivos aptos para el espionaje, y que su expansión comercial ha violado acuerdos internacionales muy importantes. En Irán, sobre todo. Recientemente Washington acusó a Meng Wanzhou, alta ejecutiva de la empresa e hija de su fundador, de haber cometido fraude bancario para ayudar a los negocios que la empresa tiene en Irán.

No hay que olvidar que Huawei es una empresa capitalista, y su comportamiento no es ajeno al resto de sus congéneres. En el adoctrinamiento de sus trabajadores, la divisa principal es la de incrementar las ganancias de la empresa. A cualquier precio. Por eso han habido trabajadores de la firma acusados de sobornar a funcionarios gubernamentales para obtener negocios en África, de copiar de manera oculta el código fuente de un competidor estadounidense, e incluso de robar el dedo de un robot de un laboratorio de la empresa T-Mobile en el estado de Washington. Hace un par de años, el fundador y director ejecutivo de Huawei, Ren Zhengfei, declaró que, como parte de un programa de amnistía de la empresa, miles de empleados habían admitido haber cometido violaciones que iban desde la elaboración de reportes fraudulentos de información financiera hasta sobornos.

La moral de las grandes empresas es uniforme en todo el planeta. Hay un propósito fundamental que sobrepasa los principios de los códigos de ética, las cláusulas de los tratados internacionales y las restricciones para el correcto funcionamiento del libre mercado. Ante todo, hay que incrementar las ganancias. Después, el diluvio.

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