Muchos trabajadores le hicieron caso. Cuando Alexander Lukashenko, presidente vitalicio de Bielorrusia terminó su discurso contra la crisis económica diciendo: «Tenemos que desvestirnos y ponernos a trabajar», los trabajadores llegaron a sus fábricas, comercios y oficinas con la ropa puesta, pero minutos después se despojaron de sus vestimentas y se tomaron decenas de fotos para subirlas a las redes sociales. Todos laboraban desnudos, obedeciendo al prócer.
Lukashenko es el último dictador de la era soviética. Después del desmantelamiento de la URSS, logró organizar una democracia a modo, en la que sus opositores no tienen voz en las plazas ni en los medios, sufren golpizas a discreción, y muchas veces terminan en la cárcel. En 2014 Lukashenko tuvo la ocurrencia de promulgar una ley que prohíbe a los trabajadores de las empresas estatales del campo salir de sus puestos de trabajo a voluntad, así como cambiar de trabajo. El lugar de residencia de los trabajadores, como antaño, requiere del permiso de los gobernadores. Más que un regreso al comunismo, se trata de un regreso al feudalismo.
Los bielorrusos, dueños de sus cuerpos y con una cruda ironía, publicaron un Hashtag que dice #desnúdateytrabaja, como una consigna soviética en honor a su dictador.