En la India, los movimientos que piden igualdad de género no son iguales a los del resto del mundo. Una mujer que levanta la voz, exhibe un cartel en la calle o sale de su casa sin permiso se expone a represalias inusitadas, que pueden ir desde los golpes hasta el encierro. Eso explica el escondite de Bindu Ammini y Kanakadurga (en el sur de la India una mujer lleva solamente su primer nombre), dos mujeres que entraron por vez primera al templo de Ayyappa, en la ciudad de Sabarimala, en la provincia sureña de Kerala.
No fue un acto de rebeldía. El pasado mes de septiembre la Suprema Corte de la India levantó la prohibición a las mujeres -en edad de menstruación, desde los 10 años hasta los 50- de ingresar el templo inmaculado, venerado exclusivamente por los hombres. Pero ninguna mujer se había atrevido a penetrar al recinto, a pesar del fin de la prohibición. La región de Sabarimala es un imán de peregrinaciones imponente, ya que recibe más de 50 millones de peregrinos al año. El templo del Señor Ayyappa es uno de los más venerados, porque representa el voto de la castidad, y por ello no podría alojar las supuestas impurezas de las funciones biológicas femeninas. Bindu y Kanakadurga se animaron mutuamente para ingresar la templo, y su osadía no estuvo exenta de amenazas y represalias. El día posterior a su ingreso, el monje encargado del templo cerró sus puertas para realizar una ceremonia de purificación, y a lo largo de la provincia de Kerala una turba de fieles quemó autobuses, incendió edificios y lanzó bombas por las calles. Los disturbios se extendieron varios días, y la policía arrestó a más de 5,700 personas.
Las dos mujeres tuvieron que esconderse para evitar mayores actos de violencia. Pero el marido de una de ellas -Bindu Ammini- tuvo los arrestos suficientes como para declarar a la revista Time: «Estoy orgulloso de mi esposa. Ella y Kanakadurga han pavimentado el camino para que muchas otras mujeres puedan expresar su fe al igual que los hombres.»